28.10.11

La lectora omnívora (por Valeria Coronel)


Hay muchas lectoras en este mundo. Por ejemplo, está la lectora omnívora, quien nos envió este texto hace ya varios meses:

La lectora omnívora prepara el menú.
Para el lunes, tempura de vegetales con salsa de soja y Murakami.
El martes, unos croissants y Flaubert.
El miércoles será de Paul Auster: dejará que el azar decida.
El jueves, recordará a Proust con unas magdalenas.
No sabe qué comerá el viernes, pero a un amigo como Bukowsky se lo recibe con un buen vino.
Mientras tanto...
Mientras tanto la lectora, se toma una licencia poética.

25.10.11

La lectora anciana



ilustración: Marta Toledo
(Relato publicado en el suplemento cultural del diario Perfil el domingo 16 de octubre)

Era otoño. Recostada en la reposera del jardín, la anciana pasaba la tarde sumergida en un libro. Mientras sus ojos deambulaban sin prisa por las letras, la consciencia encontró una bifurcación por la que se alejó de las líneas, se sumergió en su cuerpo y enseguida encontró el motivo que la dispersaba: el corazón. No el corazón en sí, sino un pequeño desplazamiento que parecía haber realizado. Ella hubiera jurado que ahora se encontraba un centímetro más hacia abajo, aunque sospechaba que los órganos no podían moverse así nomás. Por otro lado, latía normalmente y aunque no parecía haber motivos para preocuparse, permaneció atenta, escuchándolo.

Inmóvil, con el libro en las manos, era casi una estatua. Seguía pasando la mirada sobre las filas de letras, andando sobre ellas como si fueran las baldosas sueltas de una vereda que de vez en cuando salpican. El corazón ya estaba cerca del abdomen. Lo sintió latir y pensó en los tambores cuando anuncian algo importante. Si era verdad que estaba paseándose por ahí, entonces ya era hora de que comenzara a retornar a su sitio habitual. ¿O continuaría descendiendo por el tobogán del cuerpo? Ambas opciones le parecieron posibles. Se quedó esperando a ver qué pasaría. Mientras tanto, como para distraerse, releyó un fragmento del que no le había quedado ni una frase. Aquella tarde su mente era un colador de palabras; por más que leyera y releyera, no sobrevivían. Insistió.
Una hoja amarillenta planeó desde un árbol y le cayó justo sobre la panza, como marcando un objetivo. La hoja subía y bajaba ante cada latido. El corazón parecía querer  mostrarle una prueba concreta en el balanceo de la hoja seca. Y ya no le asombró cuando alcanzó la pelvis. Entonces se dijo a sí misma “Hasta aquí está bien. Ahora va a volver a su lugar, apenas salió a dar una vuelta para despistarme, para recordarme que aún estoy viva”. Y sus palabras, por un momento, la auto convencieron.
Por eso cuando el corazón comenzó una caída libre por las piernas, dividiendo su fuerza en dos mitades, un gesto de temor se le incrustó en la cara. El corazón fluía por sus muslos como por una cascada sin piedras. Bajaba por las rodillas, se enroscaba apenas un segundo en los ligamentos, le quemaba las pantorrillas hasta detenerse en los pies, frente al precipicio. Y como si dos puertas virtuales se encontraran entreabiertas en las plantas de los pies, se asomó para lanzarse al jardín, hacia otras plantas. Buscó entre el césped, aspiró el olor a tierra. La mujer escuchó el roce de sus venas que tanteaban el pasto. Los latidos se internaron en la tierra húmeda, y ella decidió, para cambiar de tema y olvidar este asunto que ya estaba incomodándola, ponerse de pie. Con movimientos más vegetales que lo habitual, se incorporó hasta encajar los pies en el suelo. Se amalgamaron como dos piezas antiguas de un engranaje. Sus brazos se elevaron al unísono, impulsados por un chorro de savia que brotaba desde el suelo a través de su cuerpo. Y en la punta del brazo izquierdo, allí donde hasta poco antes había habido una mano que sostenía un libro, los latidos reiniciaron con más fuerza que antes. Ella no pudo verlo pero lo supo: una flor de ceibo, nacida de su sangre, aparecía en lo alto de las ramas.
Hacia la nochecita, una hormiga negra caminaba por su piel, pero la corteza de las piernas la protegió. De ahora en más, cualquier cosquilla proveniente del reino animal le pasaría por completo inadvertida.
También en: Los martes miento (revista virtual semanal) y en el blog de Casa de letras.




23.10.11

21.10.11

La lectora y las listas (por Clara Arias)


Clara Arias, autora de Eslabón y pedernal, nos mandó este texto hace muchos meses... y finalmente está aquí, con ustedes: La lectora y las listas.

La lectora salió de casa apurada, el pelo mojado. Como siempre, llegaba tarde. En la corrida había olvidado su lectura. Pensó que no sobreviviría al subte sin ella, buscó la agenda y empezó a verificar frenéticamente la lista de actividades que debía realizar, tareas pendientes que sabía que seguirían así pero que ella se empecinaba en conservar cada vez que la pasaba en limpio. Tal vez un día dejaría de hacerlo y terminaría de blanquear para sí misma que su tiempo para listas había pasado y que ya eran inútiles. Se detuvo en un ítem: comprar el libro de Jhumpa Lahiri. Había pensado comprarlo camino a casa la noche anterior, pero tenía prisa. Él le había propuesto pasar a verla y a ella la tentó recibirlo, pero se había tenido que apurar y el libro había pasado a plan B. Pensó en la cantidad de veces que había cambiado sus planes por él, idas al cine canceladas, cenas con amigos. Quizás algún día él se volvería más organizado y ella abandonaría para siempre la técnica del plan B. Bajó del subte, ya era tarde. Su celular vibró, un mensaje de él. Estoy en el café de la esquina, te espero. Corrió a su encuentro. Después del beso, él le entregó el paquete. Lo abrió y ahí estaba “Tierra desacostumbrada”. ¿Cómo supo? Él le confesó que adoraba sus listas. La lectora se desarmó de placer.

18.10.11

La lectora ya tiene los resultados del sorteo


Gracias a los geniales sorteos de Vero Mariani en su blog Alma Singer, se nos ocurrió hacer este sorteo de celebración. Y ¿quiénes se llevarán los tres libros de Adriana Hidalgo Editora…? 
En pocos minutos lo sabremos.
Ponemos los 25 nombres en una hoja (24 de comentarios dejados en este post, y uno dejado en Los martes miento), la cortamos, agitamos los bollitos de papel  y Todos los cuentos, de Paco Urondo, es para… ¡Diego Ariel Vega! Muchas felicitaciones :)

Vamos por el próximo, El africano, de J. M. Le Clézio.
A ver a ver… ¡Felicitaciones, Anónimo! Copiamos el mensaje del inscripto N21 para que se identifique, porque es una persona seria pero no nos dejó su nombre el el comentario:
Anónimo dijo... Siempre fui una persona seria como todos y todas the librarians y no me gustan los farsantes de cualquier tipo, tamaño, y carácter... Un beso, Anahí!

Y ahora vamos con el último libro, el título infantil… ¿qué niño se lo llevará?… ¡Lucía se lleva el premio infantil! ¡Yupi!

Gracias a Adriana Hidalgo Editora, que nos regaló estos tres ejemplares y felicitaciones, otra vez, a Diego, Anónimo y Lucía. ¡Entren en contacto con la lectora para recibir sus premios! 

17.10.11

La lectora anciana


Ayer, en el suplemento de cultura del diario Perfilsalió el relato La lectora anciana. Para quienes no son habitués de leer el diario en papel, publicaremos el texto aquí mismo el próximo martes 25. Gracias a Casa de Letras, que hizo posible esta publicación :)




16.10.11

El pequeño lector Manu y su papá

Vale Pivato nos hizo llegar estas fotos del pequeño lector Manu y su papá. Imperdible el gesto de Manu al mirar el libro...





14.10.11

La lectora en el Caribe (por José Carlos Nazario)


Hace tiempo que José Carlos Nazario nos envió un mail con La lectora en el Caribe. Como a la lectora no le fue posible ir hasta el Caribe para hacer la foto correspondiente, o registrar un encuentro con un pirata o una sirena, la publicación del texto se fue demorando... Los meses pasaron y hoy, viendo que el viaje al Caribe parece algo improbable, decidimos publicarlo sin foto. 
Aprovechamos para contarles que nuestro amigo de Santo Domingo, acaba de publicar su libro Carne cruda. Pueden enterarse un poco más de qué se trata pasando por aquí.

La lectora en el Caribe
Escarba en lo cotidiano. Lentamente va metiendo su cabeza en la piel de lo diario, de lo banal. Se hace avestruz. Pero no es miedo, es una fuerza superior la que la lleva con cada sílaba a sumergirse, como un minero, y encerrarse durante horas en lo real-maravilloso, lo real-mugroso, lo fantástico, lo esquizoide. 
Se empuja más y más, ya entra todo el cuello en esa gruta y se deja perder resbalando. 
Allí dentro, en el libro, se descubre al aire libre: vuela. Saborea el impulso. Y se posa en una playa de placeres, en el Caribe mítico. Ya sin piratas, sin cantos de sirena, con la certeza de que todo es nada y vale la pena sorber la vida poro a poro, ella se derrumba, venciendo-vencida, al pasar la última página.

11.10.11

La lectora celebra los doscientos lectores


Qué felicidad, el blog va creciendo de a poco, a un ritmo de 100 nuevos lectores por año. Gracias a todos por acompañarnos, en un par de meses más completaremos los dos años de blog. Pensábamos celebrarlo recién para el cumpleaños, pero al haber alcanzado las dos centenas antes, decidimos adelantar los festejos (o bien, agregar este festejo). 
Todo aquel que deje un comentario en este post estará automáticamente inscripto en el sorteo de celebración por los doscientos lectores. No hace falta estar registrado en el blog, pero quien quiera agregarse… bienvenido.
La editorial Adriana Hidalgo nos donó tres libros para repartir entre los lectores de la lectora. Dos títulos adultos (Todos los cuentos, de Francisco Urondo y El africano, de J. M. Le Clézio) y uno infantil (La casa de los cubos, de Kunio Kato y Kenya Hirata). Quien quiera participar en el sorteo de los tres ejemplares, agregue en el comentario "yo también soy un niño/a" o algo así que nos dé la pista de que lo incluyamos en el sorteo del título infantil. Quien sólo quiera optar por los libros para adultos, agregue algo como "soy una persona seria".
El sorteo se realizará el lunes que viene y los resultados se verán el martes próximo, por este mismo canal ;)
Todos pueden participar, pero los libros están en Buenos Aires (si quieren que se los mandemos por correo, los gastos corren por cuenta del ganador).
¡No se pongan ansiosos!
La lectora

9.10.11

La lectora y Oblogo II

No se suspende por lluvia.

foto: automática


Post relacionado: La lectora y Oblogo I

7.10.11

La lectora sueña (por Caro Klapko)


Después de siete viernes consecutivos, en los cuales fuimos compartiendo textos escritos durante la charla taller en Casa de letras, llegamos al octavo y último. Para cerrar el ciclo, tenemos a Carolina Klapko. Veremos qué nos depara el próximo viernes...

La lectora sueña
La lectora sueña, un mundo nuevo de sensaciones nace dentro de ella. 
Es lo desconocido, si lo piensa realmente se asusta, algo está por suceder, cómo será, qué sentirá…
Es su corazón que late más fuerte, pero de pronto se da cuenta de lo que sucede: ya no es un corazón, son dos. Una nueva vida que está llegando a este mundo.


(Otros textos escritos durante la misma charla-taller, ya publicados: el de Érica, el de Diana, el de Eric, el de Rodrigo, el de Gabi, el de Paola, el de Julio y el de Vale. Y para el próximo, hay que esperar al viernes que viene).

4.10.11

La lectora hace una buena acción


¿Al fin y al cabo qué es la lectura sino un vicio, 
como la bebida, la lujuria o cualquier otra forma 
de excesiva tolerancia para con uno mismo? 
Aldous Huxley, escritor inglés (1894-1963)

Algunos amigos le dicen que compran más libros de los que leen, que ya no saben qué leyeron y qué no, que la pila de libros sin abrir junta polvo en el escritorio. Que no consiguen entrar a una librería sin llevarse varios libros, ni tampoco dejar de frecuentarlas para terminar, de una vez por todas, con este vicio. Que los libros en la casa ocupan más espacio que cualquier otra cosa. Que siempre tienen que apartar libros que se adueñan de los sillones, las mesas, el pasillo, el baño. No cocinan más porque, a falta de un lugar mejor, guardan libros en el horno. Tienen hambre, huyen de su casa para poder alimentarse, pero es más fuerte que ellos: se desvían, entran en una librería de usados y, a los pocos minutos, ya tienen un nuevo kilo de libros en vez del kilo de pan que tanto deseaban. ¿Qué hacer? La lectora los entiende y les pide algunos libros prestados que sabe que jamás devolverá. Y luego se va, sabiendo que hizo una pequeña buena acción. 

2.10.11

El lector Diego

Desde Rio de Janeiro nos llega esta foto del lector Diego Barboza Nogueira, quien disfruta de leer al sol y en jánurásana. La foto es de Melina Flores (ya la tuvimos de visita en La lectora se teletransporta).