28.3.17

La cocina del cuento Frente al glaciar

En La Aquateca, Maumy González está dando una serie de talleres virtuales y gratuitos muy interesantes. En el taller de marzo, trabajó con mi cuento Frente al glaciar (quien quiera, puede leerlo en La Aquateca, entrando a este link). Maumy me pidió, para el taller, que le contara cómo surgió la idea del cuento. Les comparto lo que le respondí.



La cocina de “Frente al glaciar”

En enero de 2011 pasé casi un mes en el campamento base del Aconcagua, a 4.300 m de altura. Ahí, en Plaza de Mulas, hay una ciudad de carpas, en su mayoría habitadas por extranjeros. Algunos suben en diciembre, se quedan hasta marzo y se instalan con paneles solares y conexión satelital, entre otros lujos. En el extremo opuesto están los que van de pasada con el único motivo de aclimatar el cuerpo (o sea, adaptarlo a la altura), para luego intentar “hacer” cumbre.
A cierta distancia de lo que sería el campamento base, pero visible desde ahí, hay un hotel que recuerdo de piedra y madera. Entre los habitantes “estables” de Plaza de Mulas (aquellos que se instalan durante la temporada y que suelen ser médicos, rescatistas, porteadores, etc), se cuentan historias de fantasmas que transcurrieron en el hotel y en la región en general. Es costumbre, en esos ámbitos, compartir relatos de hechos sobrenaturales que le pasaron “a un amigo de un amigo”. La falta de oxígeno y la cercanía con el peligro extremo facilitan este tipo de experiencias. No es raro que alguien que antes hubiera visto los relatos de fantasmas como ficción, empiece a tomarlos como una alternativa posible y real después de pasar cierto tiempo a más de cuatro mil metros de altura. El ambiente modifica nuestras percepciones. Con frecuencia, entre los que suben, más de uno tiene una experiencia propia con “alguien invisible o incorpóreo” y luego la comparte, dando espacio a la duda: ¿habrá ocurrido en serio o será sugestión?
Inspirado en una historia que me contó un porteador (¡era de noche y me impactó!), nació Frente al glaciar. El glaciar en cuestión es el Horcones y la primera versión la hice en un cuaderno, sentada en una roca junto al glaciar, o frente a él, ya no sé, desde donde alcanzaba a ver el hotel. No creo que hubiera nadie cerca, al menos en un par de kilómetros a la redonda.

Este cuento forma parte de Todo lo que Roberta quiere, libro que escribí lejos del nivel del mar. En la mayoría de los cuentos uso experiencias propias. En este y en algún otro, aprovecho historias que tomé “prestadas” (¿o robadas?) de amigos que conocí en la altura.

Foto en abril del 2011, escribiendo alguno de los cuentos de Todo lo que Roberta quiere



21.3.17

Bailarinas, en la nota de Daniel Gigena

Agradezco a Daniel Gigena por haber incluido en su nota sobre danza y literatura a Bailarinas, a pesar de aún ser inédito.

Desayuno con Bailarinas
La antología de cuentos ambientados en el mundo del ballet (que está lista aunque sin editor) está formada por textos de Alejandra Kamiya, Anahí Flores, Ariel Bermani, Carolina Bruck, Fernanda García Curten, Francisco Moulia, José María Marcos, Laura Massolo, Maumy González y Sebastián Grimberg.

La nota completa:


Letras y pasos: cuando la danza baila en nuevas historias 

En el último tiempo aparecieron en el país varias novelas, relatos y poemas de escritoras atraídas por el arte de moverse


LA NACION


JUEVES 16 DE MARZO DE 2017

Paul Valéry se preguntaba si la danza no sería un modelo de las demás artes: las bailarinas mostraban la importancia de un procedimiento aparentemente sin propósito. ¿Para qué girar como un trompo si se puede avanzar en línea recta? Casi siempre encarnada en la figura de jóvenes abnegadas, fue materia de películas donde los estereotipos del padecimiento no se hacían esperar. Antes, los pintores habían captado un elemento aéreo en las formas de la danza: Edgar Degas, en la cumbre, pero también Pablo Picasso y Zinaida Serebriakova. La literatura no dio aún la gran novela de la danza, pero en el último tiempo asomaron en el país varias narraciones sobre esta expresión artística.
Las bailarinas no hablan (Reservoir Books), nueva novela de Florencia Werchowsky, bordea hechos biográficos. "Fui alumna del Instituto Superior de Arte del Teatro Colón, trabajé como refuerzo en el Ballet Estable, formé parte de la primera compañía de Maximiliano Guerra. Dejé de bailar a los 17 años y tuve diferentes trabajos hasta que me senté a escribir novelas, pero la narradora de mi libro es una profesional cansada de bailar e incapaz de hacer otra cosa." Igual que en El telo de papá, su libro anterior, Werchowsky parte de su historia para despejar zonas de ficción. "Hay un consenso alrededor de la bailarina que lo deja todo por su vocación y triunfa cuando la institución reconoce esa pasión. Pero hay otras posibilidades que me interesaba registrar: la historia de la que no triunfa del todo, que baila lo que puede más que lo que quiere; la bailarina aceptada pero no premiada, con un entorno imperfecto y a veces desopilante; la de una institución prestigiosa y al mismo tiempo débil." Werchowsky presentó su novela en el Colón: "Me imaginaba canosa y coreógrafa allí. Ocurrió algo diferente, mucho mejor que en cualquier ficción", dice.




"Me fascinaba leer con mi abuela Mi vida, de Isadora Duncan -recuerda Carolina Bruck-. Invocaba sus dos pasiones: la literatura y la danza. Isadora rescataba una danza más orgánica, que imitaba los movimientos de la naturaleza y se burlaba de la disciplina agotadora de las bailarinas clásicas. Yo era una nena gorda y torpe, así que esa mirada del baile me parecía regia. Invocaba a Isadora y me liberaba de tener que seguir las coreografías de mi maestra." Uno de sus cuentos, incluido en No tenemos apuro (Club Hem), integra la próxima antología de relatos sobre la danza, Bailarinas, compilada por Anahí Flores.
"Siempre me atrajo el ballet, aunque de forma conflictuada -retoma Flores-. Me fascinaba ir a clase, repetir el mismo movimiento, deletrear con los músculos, pero mi cuerpo no se amoldaba." Así nació "No sin cariño", relato inédito que la poeta y narradora trabajó por años. Ahora, llamó a colegas que invitó a participar de la antología. "Surgieron cuentos policiales, fantásticos, eróticos. En la etapa de revisión, me encargué de ajustar detalles de técnica y movimiento: ¿cómo mostrar un grand jeté sin que sea una mera descripción técnica y que se entienda?" Así, sumó al de Bruck, entre otros, relatos de Alejandra Kamiya, Ariel Bermani, Fernanda García Curten, Francisco Moulia, José María Marcos, Laura Massolo y el suyo, claro.




Blanca Lema publicó en 2016 Contradanza (Paradiso), novela "escrita como un ensamblaje coreográfico. Cada capítulo -cuenta- es un paso de danza y una metáfora que vamos comprendiendo a medida que bailamos y devenimos con los personajes. A veces con dolor, otras con extraño humor". Lema pasó de la danza clásica en la que se formó en el Colón a ser una de las primeras alumnas de Rhea Volij, maestra de danza butoh. "Se produjo en mí un aprendizaje tremebundo. Borré el ego. Me embrujó ese salto del lenguaje representativo de las palabras al lenguaje ideográfico de la danza."
Poeta, narradora, bailarina y autora de Fantasmata (Mansalva), Carmen Iriondo observa el lenguaje universal de la danza. "Los pasos se llaman igual en cualquier lugar del mundo y se aprenden con la misma voracidad que la escritura y su gramática." Y señala otra concordancia: la poesía y la danza tienen en común una forma velada de decir. La narrativa, según Iriondo, se parece más a los ballets, "con sus argumentos paradigmáticos, ritmos y clímax; la danza contemporánea rompe poéticamente con esa estructura".

Un poco más atrás



De ese año es también la novela El gusto, de Leticia Martin (Pánico el Pánico), donde la danza es una interfaz entre el deseo y la represión. "Narrar, como bailar, es ser libre en los márgenes de una gramática normativa."Ya en 2012 Fernanda García Curten publicó La reemplazante (Bajo la Luna). "Por años fue un proyecto pegado a mi experiencia, en torno al personaje de una bailarina que viaja a México para suplir a la estrella oficial. Me llevó una década concluir la novela. Me apasionaba el dilema humano del personaje, su aspecto menos glamoroso, la parte mecánica de la muñeca viva. Experimenté ambos lenguajes: movimiento y escritura. Para mí, bailar era un hermoso callar", agrega.



14.3.17

Amanecer con torre

Cada año, mi sello casero Ediciones de la lectorcita produce una plaqueta para el cumpleaños de mi hija Sofi, con un poema o un cuento escrito por mí e inspirado en algún tema que haya tenido relevancia en su vida durante el año anterior.

Acá están todas juntas:



Para el nacimiento, fue la vida intrauterina (En un mar sin olas).
Para sus dos años, fueron los perros (Babaus).
Para sus tres, dibujar y dibujar (Hojas amarillas).
Para los cuatro, el mar (Coplas del mar).
Y ahora, con cinco años, despertarse temprano para ir al jardín (Amanecer con torre).

Esta vez, las ilustraciones y diagramación (y la idea genial de abrir una ventanita por la que se asomara Sofi) fueron del artista Nicolás Monasterio



Y acá, el poema:

Amanecer con torre

Un ratito antes
de que salga el sol,
mamá me despierta:
–¡Arriba, mi amor!

Prepara un licuado
que tomo en la cama,
por más que es de noche
abre las ventanas

y vemos la torre
alta y elegante,
lleva de sombrero
un reloj brillante.

Si les soy sincera:
volvería a acostarme,
a remolonear
aunque se haga tarde.

Lo intenté mil veces:
me meto en la cama
pero mamá viene,
me saca el piyama,

me viste y me dice:
–¿Oís las campanas?
¡Es verdad, ya suenan!
Salto de la cama.

Me lavo los dientes,
me voy a peinar.
¿Y dónde está el peine?
¡Todos a buscar!

Por detrás del río
un punto de fuego
de pronto aparece
e ilumina el cielo

y desde la puerta
me llama papá:
–¡Vamos a la escuela,
saludá a mamá!

¿Por qué tanto apuro?
No llego a entender.
¡Vengan a mirar
el amanecer!






8.3.17

Taller de cuento epistolar - en abril

Se viene una nueva edición del taller de cuento epistolar

Leeremos cuentos que usen la forma de una carta o de una correspondencia (varias cartas).

También escribiremos usando estos formatos y habrá tiempo, durante el taller, de compartir y comentar hasta tres cuentos por participante.

Algunos de los autores que leeremos: Silvina Ocampo, Julio Cortázar, Anton Chejov, Laura Massolo, Hebe Uhart, Andrés Neuman, Philippe Lechermeier, Edgard Allan Poe, Guy de Maupassant, Jane Austen, Ricardo Bada y Helene Hanff.

También leeremos fragmentos de la correspondencia de Franz Kafka, Oscar Wilde, Lewis Carroll, Alejandra Pizarnik.

Fechas:

Seis miércoles consecutivos:

5, 12, 19 y 26 de abril, 3 y 10 de mayo.

Costo del taller (las seis clases, a lo largo de un mes y medio):1700$

Para reservar la vacante, se solicita transferir el 50%

El otro 50% se abona antes de la primera clase.

Si ya hiciste un taller conmigo este año, el precio es 1500$

Metodología: las clases son grupales (máximo 8 personas) y por mail.