Entrevistas



La poesía tiene que ver con la intuición
(Noviembre, 2018, para Malón Malón).

ANAHÍ FLORES POR AUGUSTO MUNARO



Ciertas horas de la primavera (La Carretilla Roja), de Anahí Flores, captura el aura de un lugar tan singular como es Plaza San Martin, pleno corazón de Capital Federal. Poemas en serie que, como verdadera caja negra, registran las pequeñas acciones de un sitio donde “la arquitectura, las costumbres particulares, las callecitas, los habitantes, tanto los actuales como quienes vivieron en el mismo espacio pero en otras épocas”, como dice en esta entrevista Flores, tejen una urdimbre de sensaciones ricas en el detalle sensorial.

⎼Si no me equivoco, éste es tu segundo poemario donde la plaza figura como sitio central de tu poética. Más allá de haber vivido a escasas cuadras de Plaza San Martín, ¿qué ocurre en este espacio público que tanto te atrae?

-Vos te referías a Catalinas y La plaza, que son los dos poemarios anteriores que también dan vueltas por estos paisajes y temas. De chica pasaba muchas horas en la plaza de enfrente de casa, que queda junto a las vías de un tren carguero. Más adelante, cuando vivía a dos cuadras de la Plaza San Martín, iba a caminar con el cochecito y escuchábamos los trenes que salen de Retiro. Ahora, con mi hija, pasamos las tardes en la plaza de al lado de la estación Florida. Las plazas con árboles y juegos son lugares donde pasan cosas. Además de pasar el tren, uno va, se instala y conversa, toma mate, si tiene suerte lee. Por su parte, los niños construyen mundos. Tal vez por todo eso son espacios que me atraen. Pero no creo que sea la plaza en sí el tema central en Ciertas horas de la primavera, sino cierta atmósfera del lugar: la arquitectura, las costumbres particulares, las callecitas, los habitantes, tanto los actuales como quienes vivieron en el mismo espacio pero en otras épocas y, si uno presta atención, siguen latentes.

⎼El factor cronológico articula el libro, vertebra el ritmo del texto de forma decisiva. Cada poema responde a un horario del día en particular. Más allá de lo obvio, Anahí, ¿cómo comulga dicha precisión temporal en relación al sentir poético?

-Hay un punto en el que doy muchas vueltas, en prosa y en poesía: encontrarle el título a cada texto. Sobre todo en poesía, ya que en un libro pequeño de, por ejemplo, veinte poemas, hay que lograr veinte títulos (más el del libro). O bien optar por que la serie lleve un título general y cada poema quede sin nombre (eso hice en Se durmió, editado por Bajo la Luna). Siendo que los poemas de Ciertas horas... responden a diferentes atmósferas del día, se me ocurrió ponerles horas precisas y solucionar, con ese recurso, el tema de los títulos. Algunos son matinales, otros de mitad del día (teniendo en cuenta que está inspirado en un barrio céntrico, es una mitad del día muy agitada), y otros de fin de día. Al ponerles una hora, quedaron organizados. Me encanta el orden: que ese poema vaya en esa página y no en cualquier otra, de la misma forma que un poema tiene tantos versos o sílabas, y es esa cantidad y no otra cualquiera la que le sirve.

⎼¿Detectás cierta mirada voyerista en la construcción de esa descripción obsesiva por el detalle, a lo largo de todo el poemario? ¿Por qué?

-Soy muy de mirar y escuchar, pero eso no es algo mío sino de todo aquel que escribe. Un amigo me preguntó el otro día cómo había retenido en la memoria algo que mi hija había dicho. Era un discurso largo y lo reproduje por escrito con las palabras y la sintaxis de una niña de seis. Por supuesto que debo haber hecho alguna adaptación, pero la forma de construir las frases se mantenía. Imagino que es porque estoy entrenada (no me quedó otra) en retener diálogos y voces (con voz me refiero a la forma de hablar). Si no, ¿cómo haría para robar diálogos de “la realidad” y luego incluirlos en la voz de algún personaje?

⎼¿Cómo empezás a escribir un poema?, ¿escribís metódicamente?

-Esta pregunta puede tener tantas respuestas como poemas haya escrito, y siendo que escribo desde los catorce años… Los poemas suelen desprenderse, en mi caso, de algo que me pasa o escucho por la calle. O de los sueños. Anoto mis sueños todos los días al despertar y a veces releeo alguno, más tarde, y lo reciclo en un poema. En realidad, me encantaría saber cómo empiezo a escribir un poema. Pero temo que, si eso pasara, dejaría de sorprenderme y correría el riesgo de empezar a escribir en serie.

⎼En los poetas actuales parece dominar más el anhelo de prestigio social que el de lograr una obra trascendente. ¿Cómo vivís el hecho al coordinar talleres de lectura y escritura?

-Es verdad que no pocas veces la gente llega al taller con la ambición de publicar y no de escribir (mucho menos de corregir y corregir y corregir). Esto pasa tanto en poesía como en narrativa. Por suerte, o se quedan poco tiempo en mi taller porque se dan cuenta de que por ahí no va la cosa conmigo, o bien descubren el placer del oficio y agradecen que los haya disuadido de publicar sin corregir.

⎼¿Qué ventajas ofrece la enseñanza de la poesía? ¿En qué vicios se incurre cuando se pretende enseñar poesía?

-¿Ventajas? No lo sé. Nunca pensé que podría haber ventajas en enseñar poesía. Siempre relacioné con el marketing los beneficios de cualquier cosa. Prefiero encarar una actividad por el placer de hacerlo y no por un premio que pueda llegar en algún momento.

Y no pretendo enseñar poesía. No sabría cómo hacerlo. Lo que sí hago y me encanta es generar las condiciones para que, quien se acerque a mi taller, tenga ganas primero de leer, leer mucho, y en una segunda instancia, de escribir. Vicios al dar un taller puede haber tantos... Por ejemplo: alguien escribe un poema, lo trae al taller para compartir y el tallerista, en vez de pensar en cómo ese poema puede funcionar mejor, se enfoca en pensar cómo lo habría escrito él mismo y lo corrige bajo esa mirada. Ahí tenés, después, esos talleres en los que todos salen escribiendo igual y no están ni cerca de encontrar su propia voz.

⎼¿Qué poetas argentinos considerás vinculables a tu poesía?

-Cuando uno escribe suele armarse un árbol genealógico propio formado por aquellos poemas que más lo transformaron y lo impulsaron a escribir. Suelen ser poemas que uno lee y relee y relee. En ese árbol personal reúno cantidad de poemas de Fabián Casas, otros de Laura Wittner, varios de Jorge Aulicino, algunos de Andrés Neuman y de Eric Schierloh. Me limito, acá, a mencionar las influencias nacionales y actuales, si no, la lista seguiría.

⎼El maestro Aldo Oliva decía que escribir poesía significaba “romper las reglas del juego”. ¿Contás con alguna definición personal sobre la poesía?

-Definir la poesía, me parece, va en contra de la poesía misma. Porque no se trata solo de una técnica o de palabras. Tampoco tiene que ver con escribir en forma de verso. Va más allá. Es una manera de ver el mundo y de actuar en él también. Una manera de tocar. Cada uno percibe la poesía de forma diferente. Por eso podría haber tantas definiciones como lectores haya. Y si bien estoy diciendo que no sabría definir la poesía, sí sabría, creo, identificar algo que no lo es. La poesía se lleva mal con lo no sincero, con las posturas. En eso se parece a las relaciones humanas.

⎼¿Cómo relacionarías tu experiencia sobre la filosofía del Yôga con tu poesía? ¿Notás puntos de contacto? Si es así, ¿cuáles son?

-El Yôga es una filosofía de vida que lleva al autoconocimiento. Escribir poesía me lleva al mismo lugar, aunque por otro camino. Cuántas veces me entero de cosas porque, primero, las escribo. Al releer el borrador de un poema, puede pasar que me encuentre con aspectos de mí misma que desconocía. O que organice sensaciones que estaban dispersas y, al ordenarlas, cobren sentido. La poesía tiene que ver con la intuición. Uno escribe desde un lugar que no es el cerebro ni el corazón. Es otro canal por el que pasan las palabras, un canal más sutil que el de las emociones o los pensamientos. Y es un canal que se entrena mucho con la práctica del Yôga. Por supuesto que no siempre es así y es probable que no todos escriban de esta forma, estoy dando apenas mi opinión basada en cómo lo vivo yo.

⎼Anahí, vos estás dividida entre poesía y prosa. ¿Escribís poesía continuamente?

-No lo veo como estar dividida, más bien multiplicada. Ambos géneros se alimentan e invaden entre sí. Escribo continuamente (“escribir” es también tomar notas, revisar un texto, dejar que alguna idea fermente).

-¿Cuándo sabés que lo que vas a escribir va a ser un texto en prosa o un poema?

-A veces sé que lo que voy a escribir es poesía o prosa desde antes de empezar. Otras, me embalo con la idea de algo que creo que será un cuento, pero en el proceso veo que no cierra y termino encontrándole la vuelta al pasarlo a poesía. Me ocurre más de prosa a poesía que el camino inverso.

-¿Te reconocés siempre en los poemas que escribiste?

-Me reconozco en los poemas que escribí igual que en las fotos de antes. Si el poema o cuento es muy lejano, probablemente la sensación sea semejante a ver fotos de la adolescencia, con peinados y ropa que hoy no usaría.

⎼¿Leer poesía te estimula a escribir poesía?

-Leer poesía que considero buena, sí. Es casi un llamado, como escuchar una voz que canta y no poder contenerte de ir y sumarle una segunda voz.

⎼Por último, Anahí, ¿pensás que la poesía puede ser criticada?

-Todo puede ser criticado. El peinado de alguien, la forma en que decoró la casa, la decisión de tener o no un hijo. No veo por qué la poesía estaría libre de la crítica.


Entre vidas
(agosto 2017, para Entre vidas
blog de Mauro Yakimiuk).

La escritora Anahí Flores habló con Entre Vidas de su libro de poemas Ciertas horas de la primavera, publicado por La Carretilla Rojas. En dicho libro, la autora señala que vio cada poema como una instantánea urbana en movimiento y que el nombre del libro tiene que ver con que fueron escritos durante esa época del año. Además, adelantó que está en etapa de revisión y corrección de dos libros que serán publicados el año que viene por Alto Pogo y por Qué diría Víctor Hugo?, dos editoriales de La Coop.


¿Qué rituales tenés al momento previo a escribir?
En el momento previo a escribir más que rituales tengo excusas. Hago un mate, luego agarro algo para comer, respondo algún mail para no dejarlo para después. Puedo hacer de todo para retrasar el momento de sentarme y arrancar (releo esto que escribí y noto que abundan los “para”. No es casual, tratándose de excusas).

¿Con qué frecuencia escribís?
Eso depende de a qué llamamos escribir. Todo el tiempo estoy escribiendo, a veces mentalmente. Otras, ni siquiera en la mente, sino en algún lugar más sutil como la intuición. Pero si te referís a poner las manos sobre el teclado o agarrar una birome (yo soy de las que siguen escribiendo en cuadernos), podría decirte que casi todos los días, un poco.

¿Quién te inculcó el amor por la literatura?
No es una persona en particular, si no, ¡qué responsabilidad! A la literatura entré leyendo, y ahí los responsables fueron mis padres. A escribir arranqué después, a los trece años, aunque tengo algún que otro texto anterior.

¿Cómo fue el proceso de selección de los poemas que aparecen en tu libro Ciertas horas de la primavera?
En realidad, no los seleccioné, sino que los escribí en serie. Me gusta mucho producir en serie y así, también, nacieron mis libros anteriores. Es como si escuchara una melodía y quisiera hacer muchas variaciones, hasta agotarla. Cuando la agoto, concluye la serie. En el caso de Ciertas horas de la primavera, veo cada poema como una instantánea urbana en movimiento.

¿Por qué decidiste ponerle ese nombre al libro?
Porque lo escribí en primavera. Porque siento la primavera en esas páginas. Porque cada poema ocurre a una hora diferente del día. Porque los poemas van desde la mañana temprano hasta la noche tarde y luego el libro termina.

¿Cuál es tu poema preferido del libro y cuál es el que destacan los lectores?
No me sale un poema preferido… Sería como elegir un hijo preferido, ¿no?
Pero no quiero escapar a tu pregunta, a ver… Releo ahora y elijo el de las 6 PM. Sin embargo, no me tomes muy en serio, tal vez si releyera el libro mañana, elegiría otro.
Con respecto a cuál destacan los lectores, por suerte suelen mencionar diferentes poemas y eso me deja más tranquila que si sólo comentaran uno.

¿Cómo surgió la posibilidad de publicar el libro con La Carretilla Rojas?
Le escribí a Mauro Quesada, el editor, porque me había gustado el formato pequeño y artesanal de los libros. En el acto charlamos (todo por mail), leyó algunas propuestas que le envié y eligió Ciertas horas. El resto fluyó perfecto: de la tapa se encargó él (la ilustración es de Diego Berger) y para la contratapa tuve el honor de contar con Jorge Aulicino.

¿Qué libros de los que hayas leído últimamente recomendarías?
Tengo cierta resistencia a recomendar libros, lo que me apasiona a mí puede resultarte indiferente a vos o a quien sea. Te cuento de mis últimas lecturas preferidas: en marzo leí (y releí varias veces) El libro de las pesadillas, de Galway Kinnell. En abril, y gracias a la recomendación de mi amigo Ricardo Bada, devoré Contra el viento del norte, de Daniel Glattauer. Y en junio, me dejé llevar por Stoner, de John Williams, gracias a mi amigo Sebastián Grimberg que, como no quería prestarme su ejemplar, terminó regalándomelo para mi cumpleaños.

¿En qué proyecto estás trabajando actualmente?
En este momento estoy en plena revisión de Criaturas, que es un libro de cuentos que saldrá este año por Alto Pogo. También estoy terminando de pulir Quizá en otro momento, poemario que editará Qué diría Víctor Hugo? el año que viene. Pero todo eso es revisión. Escribir, estoy escribiendo una serie de poemas que se desató en el mismo momento en que me mudé a Florida, o sea hace unos meses. Por el momento, sigue creciendo.

La poesía propone un reencuentro con lo instintivo
(agosto 2017, para Revista Oz)

Anahí Flores (Buenos Aires, 1977) se dedica a  escribir y a coordinar talleres. Publicó Ciertas horas de la primavera (La carretilla roja, 2017) Se durmió y otros poemas (Bajo la Luna, 2015), ganador del Tercer premio del Fondo Nacional de las Artes; Todo lo que Roberta quiere (Textos Intrusos, 2013); Catalinas Sur (Eloísa Cartonera, 2012) y Limericks cariocas (Caki Books Editora, 2012). A través de un lenguaje concreto y preciso la autora se desvía de la mirada habitual puesta en los paisajes cotidianos, aportándole un nuevo giro a la tradición objetivista argentina. Sus cuentos y poemas logran despojar aquellas escenas, hacerlas hablar por sí mismas para permitirle al lector el acceso a rincones o bordes que antes parecían invisibles.

En tu escritura, si bien se combinan diferentes registros, está la forma del diario, del retrato de lo íntimo, ¿cómo se genera esa mezcla?

Me encanta ir variando de registros, pero no lo planeo, más bien ocurre.
Luego, cuando ya lo escribí y me doy cuenta (esto pasa en la etapa de revisión), me gusta. Me gusta no quedarme siempre en lo mismo aunque, como todos, tengo mis tendencias. 
Sin embargo, tratando de responder a tu pregunta, no veo la relación entre el registro y la política.

En tus textos aparece cierta temática femenina (la maternidad, por ejemplo) pero no desde los lugares comunes bajo los cuales se suelen tratar estas cuestiones: ¿creés en la poesía como un espacio donde se hace posible una decodificación de lo femenino? 

Cuando escribo no pienso si se trata de algo femenino o masculino. Escribo sobre lo que me rodea y, claro, con la maternidad me sumergí en ese mundo. Pero ahora, por ejemplo, terminé una novela que está narrada desde un punto de vista masculino.

En muchos de tus poemas hay una presencia de la anécdota y una contundencia del sentido que hacen pensar en una mezcla con un registro más narrativo, ¿cómo concebís la relación entre poesía y prosa? 

Con relación a la poesía y la prosa: me encanta cuando los géneros se invaden. Y la invasión es mutua: así como uso recursos de lo narrativo en la poesía, busco el ritmo en las oraciones de mis cuentos y novelas. De hecho, en los talleres literarios que doy, me gusta mechar ambos géneros, más allá del foco de cada taller. Creo que se nota y potencia mucho en la poesía cuando un autor frecuenta también la narrativa, y viceversa. 

¿La sonoridad del texto te resulta primordial? ¿Buscás que las palabras tengan un efecto corpóreo en el lector?

Sí, busco que las palabras tengan un efecto corpóreo en el lector. Como lectora, me encanta que un cuento o poema me altere la respiración, o me tensione a tal punto que solo me afloje al terminar (a veces ni eso). Por ejemplo, en un cuento de hace unos años (se llama No sin cariño) hay una bailarina que está por cometer una maldad contra una colega. Trabajé mucho la preparación de esa escena para que, cuando llegara la palabra que muestra de qué se trata esa maldad (no la diré), el lector lo sintiera en carne propia. La palabra es clave, pero el preámbulo también.

¿Qué te interesa de un mundo particular como el del ballet? ¿La literatura funciona como una vía de incursión hacia este tipo de espacios? ¿En qué sentido? 

El ballet me interesa desde que era niña. Hice muchos años de danza, aunque “tarde”: de adolescente. Es un mundo muy particular (todos los mundos lo son, en realidad) y, como toda atmósfera con la que me identifique, dio origen a algunos cuentos (ningún poema). Uno de esos cuentos con bailarinas forma parte de Criaturas, libro que aparecerá este año en el catálogo de Alto Pogo. Otro de esos cuentos dio origen a una antología (aún inédita) de cuentos de autores contemporáneos, ambientados en el mundo del ballet.

¿Cómo vinculás  la literatura infantil que escribís con tu otra producción? ¿Por la forma en la que se relaciona con el lenguaje, la poesía propone una vuelta a la infancia?  

Mi paso por la literatura infantil tiene directa relación con mi hija. Casi todo lo que escribí para niños nació inspirado en ella, excepto algún que otro poema por encargo. Así que es probable que en unos años, a medida que ella crezca, ande escribiendo para adolescentes.
No creo que la poesía en general proponga un retorno a la niñez, pero sí que las palabras pueden ser juguetes, rodar, rimar y que, de esa forma,  ciertos poemas provoquen ese retorno (pienso en los limericks, por ejemplo). La poesía propone, eso sí, un reencuentro con lo instintivo que, lamentablemente, se va perdiendo (o enterrando) en la vida adulta. Pero entonces haría aquí una diferenciación: llegar al instinto, sin importar la etapa de la vida.

En tus textos se nota un tratamiento particular de lo cotidiano, se da cierto extrañamiento frente a la experiencia de lo doméstico, ¿cómo pensás la relación entre literatura y realidad?

A decir verdad, no pienso mucho en la relación entre literatura y realidad. Suelo escribir a partir de lo que veo. A veces, en lo que llamamos realidad aparecen pequeñas grietas o portales, y por ahí uno se asoma a otras realidades (o a otras partes de esta misma realidad). Lo que trato de hacer es ordenar todo eso en palabras, sin proponerme alterarlo.

Teniendo en cuenta la incursión por el mundo cotidiano y el detalle que aparece en tu escritura, ¿cómo nace un poema o un cuento? 

Tanto los poemas como los cuentos nacen de muchas formas. Por lo general, cuando me doy cuenta de que hay un germen de poema o cuento dando vueltas, la situación ya es irreversible y veo todo como en una bruma. No soy muy consciente de cómo es el proceso (¡por suerte! Si no, es posible que tratara de replicarlo y lo prefiero así: que me sorprenda cada vez).
 Pero, respondiendo a tu pregunta, los disparadores pueden ser un gesto, un sonido, un color, un aroma, un cuadro, una música, una determinada luz, la suavidad de la oreja de un perro salchicha. Por lo general, situaciones cotidianas. Todo puede disparar hacia la escritura si ese algo se impone, como una puerta que se abre de par en par frente a vos y que podrías atravesar o no. 

Y en un sentido más amplio en lo que hace a la gestación de tu escritura, ¿qué autores la impulsaron? 

Hace poco leí un texto maravilloso de Fabio Morábito (del libro El idioma materno) en el que hablaba de sus influencias. Decía que escribía sus poemas como años antes había dibujado el interior de casas rodantes: haciendo caber la mayor cantidad de materia en el menor espacio posible. Esa idea me resonó, porque también me pasa que, si pienso en influencias, me remito a actividades no literarias: bailar con calidad de movimiento (hilvanando una posición y después otra, como hacemos con las palabras); caminar por la montaña (eso de encontrar el camino, pasar junto a precipicios y crear atajos tiene mucho que ver con armar un cuento); incluso respirar, una determinada forma de respirar me puede disparar la construcción de una voz. Pero si buscamos influencias literarias concretas (o sea, nombres), en la poesía podría mencionar, sí, algunos (me voy a limitar a nacionales y contemporáneos): Fabián Casas, Laura Wittner y Jorge Aulicino.

Escuchala leyendo fragmentos de Se durmió y otros poemas (Bajo la Luna, 2015) acá: https://www.youtube.com/watch?v=v07xSD4AkIk&t=8s 

Por Florencia Naiman.
Fotos de Analía Brown. 

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Un poeta, diez preguntas.
(blog de Pablo Gabo Moreno)
(Mayo, 2017. Link al blog original, aquí).

1- ¿Cómo llegaste a la poesía?
Ay, no sé… 

2- ¿Cuáles fueron tus poetas formativos?
Si por formativos te referís a los que leí en mi infancia y adolescencia, la respuesta sería una. Pero siento que los que me formaron vinieron más adelante, unos quince años después de haber empezado a escribir poesía. Puedo nombrar a Fabián Casas, Erika Martínez, Laura Wittner, Wislawa Szymborska, Eric Schierloh, Elizabeth Bishop. Girri, también. Borges, claro.

3- ¿Cómo es tu proceso creativo? 
Hay una música, un olor, una imagen, algo que (y esto no es voluntario) empieza a traducirse en palabras. Al pasar a las palabras se vuelve una versión limitada de lo anterior, pero qué le vamos a hacer.

4- ¿Se establece algún pacto con el lector? ¿Es populista hacerse entender?
A mí me gusta que me entiendan. No sé cómo se llama eso. No entiendo mucho de qué se tratan esas etiquetas.
  
5- ¿Qué te interpela primordialmente como lectora de poesía?
Cuando la lectura me impulsa a escribir o a cantar. Si no, probablemente me olvide pronto del poema.

6- ¿La web cambió la manera de escribir?
Sí, claro. La web es un “lugar” al que vamos todos los días, y los lugares influyen en lo que uno escribe. Estoy ahí, en este instante.

7- ¿Qué podés mencionar respecto a lo que delineaste con tu escritura y la visión de ella, a través de tu último libro recientemente publicado, ¨Ciertas horas de la primavera¨ (La Carretilla Roja, 2017)?

“Ciertas horas de la primavera” es un poemario que relaciono con otros anteriores: “Catalinas Sur” (Eloísa Cartonera, 2012) y “La plaza” (Paisanita, 2013). En estos tres poemarios trabajé con lugares donde viví. Son mi punto de vista sobre esos lugares, o sobre mi estadía allí. 
Ciertas horas… son poemas ambientados en los alrededores de la Plaza San Martín, zona en la que viví hasta el último verano. Sin embargo, podría ser cualquier otro barrio céntrico, no me interesa hacer un calco o que el lector reconozca los lugares, de hecho esta información no está en la edición que acaba de salir por La Carretilla Roja. 
De paso, te comento que los poemas que estoy escribiendo ahora siguen la misma línea geográfica y están ambientados en Florida, mi nuevo barrio. Algún día tal vez junte todo en un único libro, que podría llamarse “Arquitecturas".

8-  Según Juan Gelman siempre hay una insatisfacción. ¿Se escribe para eso?

No tengo idea de para qué se escribe. No creo que yo escriba para eso.

9- ¿Último libro que leíste?

De vez en cuando doy un taller de narrativa epistolar. Justo lo di en abril y, a raíz de eso, leí o releí varias novelas epistolares. La última fue “Contra el viento del norte”, de Daniel Glattauer, que me enamoró completamente. Ahí tenés también algo de la pregunta Nº 6, la de si la web cambió la forma de escribir, ya que esta novela es un intercambio de mails entre un hombre y una mujer que no se conocen en persona. La web cambió la forma de escribir y de vivir, que para algunos es lo mismo.

10- ¿Un poema de otro autor que te guste mucho?

De Galway Kinnel, Pequeña cabeza durmiente con pelo que crece a la luz de la luna.

Gritas, despertando de una pesadilla.

Cuando entro dormido
en tu habitación, y te levanto,
y te sostengo a la luz de la luna, te abrazas a mí
con fuerza,
como si el abrazo pudiera salvarnos. Creo
que piensas
que nunca moriré, pienso que hueles
en mí, la permanencia del humo o las estrellas,
incluso cuando
mis brazos quebrados se curan a tu alrededor.


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El Conejo Blanco pregunta. Hoy, Anahí Flores
(Noviembre, 2015. Link a Siga al conejo blanco, aquí).

- ¿Qué palabra te hubiera gustado inventar? ¿Por qué? 

Papénico. Sintetiza el papel higiénico. Los derechos autorales de ese neologismo son de mi hija de tres años.​


- ¿Cuál fue el lugar más extraño en el que sacaste un libro y te pusiste a leer? 

En el medio de la Nueve de Julio. Los autos pasaban muy cerca, lo sé porque los veía por el rabillo del
ojo y sentía el viento que hacían al pasar. Y por los bocinazos. Hay foto que registra el momento.



- Si pudieras darle vida a alguno de los personajes de tu obra, ¿a cuál sería? ¿Por qué? 

Todos mis personajes vienen de la vida real, a lo Frankestein: la obsesión de fulano, la forma de caminar de mengano. Es verdad que lo camuflo bastante, pero siendo que ya emigraron de la realidad a la ficción, me daría no sé qué hacerlos recorrer el camino a la inversa. Habría que ver si quieren.


- ¿Qué libro le darías a leer a tu peor enemigo? 

El más gordo que encuentre. Se lo lanzaría como proyectil.


- Si aparece el Conejo Blanco y te pide que lo sigas, ¿qué hacés?- Si aparece el Conejo Blanco y te dice que lo sigas, ¿qué hacés? ¡Contanos!

Acá lo coherente sería responder que lo seguiría adónde fuera, pero este año escribí un cuento en el que una mujer cocina un conejo (no diré más porque es el cuento que leeré en Siga al conejo blanco). Así que voy a hacerme cargo de ese personaje y decir que tal vez, quién sabe, a pesar de ser vegana lo metería en el horno.


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Se durmió y otros poemas (2014)

(Breve charla publicada en el blog de Casa de Letras, link original: aquí)
Por Sebastián Robles
“Como en todos los buenos autores, no se puede disociar su técnica de su metafísica. Anahí Flores nos impacta por el corte preciso de los versos y la mirada lateralizada sobre un hecho común e intenso como es cuidar a un hijo pequeño en medio de la vigilia fría y el cansancio.”
Con estas palabras, un jurado compuesto por Diana Bellesi, Laura Wittner y Fabián Casas concedió el tercer premio de poesía del Fondo Nacional de las Artes de este año a Anahí Flores, egresada de Casa de Letras, por su libro inédito Se durmió y otros poemas. Conversamos con Anahí al respecto y a continuación, reproducimos uno de los poemas que forman parte del libro.
¿Cómo fue el proceso de escritura del libro?
El libro tiene tres partes.
La primera es Se durmió. La empecé a escribir en 2013, cuando Sofi tenía un año y cinco meses (o sea que yo llevaba un tiempo ídem sin dormir más de tres o cuatro horas seguidas) y la terminé tres meses después cuando, mágicamente (nunca tan bien usado este adverbio de modo) empezó a dormir toda la noche de corrido. La falta de sueño se había transformado en una obsesión y, como hubiera hecho con cualquier otra obsesión, la transformé en poemas. Diecisiete poemas. Luego, Ariel Bermani me ayudó a revisarlos.
La segunda parte es Poemas frescos. La escribí en 2010, mientras hacía el segundo año de escritura creativa en Casa de Letras. Las clases de Damián Ríos se perciben en la serie. En esa época descubrí los poemas de Fabián Casas, y eso también se nota. Son poemas simples, con clima de otoño y de invierno suave. Hay muchos ambientados en transportes (el subte, algún colectivo, las combis) porque en esa época vivía en Pilar y venía a Buenos Aires una vez por semana (los martes, para mi clase en Casa de Letras). Me acuerdo de un comentario que hizo Andrés Neuman, cuando le pasé el original para revisar: “¡No podemos tomar un colectivo cada tres páginas!” (Y sí, deseché de aquel original unos tres poemas sobre ruedas).
El libro cierra con Motas de polvo, también de 2010, que más que serie es un poema largo en ocho capítulos. La situación es: estoy en la cama, a cuatro mil metros de altura, y es imposible dormir. Los escribí casi todos en Salta, durante mi primera vez a más de cinco mil metros de la altura. La falta de oxígeno y de gente alrededor, los animales tan dueños del lugar y el polvo… ¡el polvo!, todo eso influyó.
¿Qué te llevó a participar del concurso?
Hace años que venía esperando el momento de participar, pero o no me alcanzaba el mínimo de páginas exigido o no me convencía mi material. Hasta que el año pasado, gracias a que Sofi me mantuvo tan despierta, conseguí armar Se durmió y otros poemas, libro con el que me presenté bajo un seudónimo que hace alusión a mi musa: Sophie.

Se durmió.
No pensemos en ella
ni miremos sus fotos.
Conversemos de temas
que no tengan que ver
con pañales, juguetes,
o la fecha probable del viaje a Disney World.
Vayamos a otra parte,
qué hacemos aquí, quietos,
de pie, frente a la cuna.
Respiremos más lejos,
al menos caminemos
hasta el cuarto de al lado.
Abramos la ventana.
Mirá, un barco pasa.

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10 preguntas en El almacén de libros (2013)

(Esta breve charla apareció en el sector "10 preguntas" de El almacén de libros. Link a la entrada original, aquí).
¿Cómo empezaste tu carrera como escritora y cuándo?
Tengo manuscritos de cuentos y poemas (mediocres) desde la infancia, pero hacia los trece empecé a escribir más y, tal vez, un poquito mejor. Pero sólo escribía, sin mayores pretenciones, nunca pienso en escribir como una carrera sino como algo que viene conmigo sin más explicaciones. Tengo un amigo al que conocí por aquella época (primer año del Colegio), con el que intercambiábamos poemas y, luego, nos hacíamos crítica constructiva uno a otro. Fue la primera persona (más allá de mis padres) que me aportó con su opinión, no siempre benévola por suerte.
 ¿Te inspiró alguien en particular?
Tal vez la convivencia (que luego fue epistolar) con ese amigo del que te hablaba. Tal vez la biblioteca en lo de mis padres. La verdad que no lo tengo muy claro.
¿A qué hora del día te surgen más ideas?
Soy bastante desordenada en relación a los horarios. Pero ser desordenada con el uso del tiempo no me impide ser disciplinada: al contrario, mi disciplina se da bien con el caos. Así que a cualquier hora.
Pero para no dejar la respuesta tan amplia, te cuento que gran cantidad de mis cuentos nacen de los sueños. Por ejemplo una vez Hugo Correa Luna, que en aquel momento era mi profesor de escritura en Casa de Letras, nos dio una consigna que a mí me pareció bastante complicada. Le di vueltas todo el día. A la noche, mi sueño cumplió al pie de la letra los detalles de aquella consigna. Me levanté de madrugada y escribí, de un tirón, el cuento completo. Por supuesto que después tuve que pulirlo un montón, pero la estructura y todo lo esencial se mantuvo y es un cuento que aún hoy, años después, me gusta.
 ¿En qué lugar de tu casa te gusta escribir?
En la cama. En la cocina con el agua para el mate al fuego (efecto colateral: se me pasa el agua). En el cuarto de Sofi mientras juega. En la mecedora. En la cama. En la bañadera durante un baño de espuma, aunque se moje el papel. Frente al lavarropas mientras se hace el lavado. En el sofá frente a la chimenea cuando hace mucho frío. En la cama. En el puf. En la cama. (No tengo escritorio).
¿Cómo está ambientado tu lugar de trabajo? 
Mi lugar de trabajo a nivel espacio lo ambienta Sofi dependiendo de a qué está jugando en ese momento. Casi siempre tengo un mate al lado (yerba dulce, cáscara de naranja o limón, menta y un poco de yerba si queda espacio, jejeje).
 ¿Cómo surgió la idea de tu libro Todo lo que Roberta quiere?
Cuando me gusta un tema, por lo general me salen series y no textos sueltos. Empecé con La lectora en la ciudad a fines de 2008 y hasta ahora (2013) sigo haciendo periódicamente episodios cortos sobre esa chica que lee en todos lados. Me pasó lo mismo con otras series de cuentos o poemas. Con Roberta no fue la excepción. El primero de los cuentos es de enero del 2010 y lo escribí en la Patagonia. Durante ese y otros viajes a las montañas (Mendoza, Catamarca), fueron viniendo otro y otro más, era como si Roberta y su novio viajaran con Miguel y conmigo. Hasta que el 15 de abril del 2011 escribí el último de los once cuentos (que no es el último que aparece en el libro). Casualmente, también dejamos de ir a las montañas y, días después, quedé embarazada.
¿En qué te basaste para escribir los cuentos?
Los cuentos de Roberta ocurren en alguna cordillera. Es que en esos años nos la pasamos subiendo montañas, supongo que si en vez del trekking nos hubiéramos enganchado con el surf, Roberta y su novio hubieran tenido historias semejantes pero entre las olas.
Concretamente, cada cuento está inspirado en algún hecho real, o que me pasó directamente a mí o que me contaron. Es sorprendente la cantidad de historias que podrían clasificarse como fantásticas, que cuenta la gente en las montañas. Sobre todo de noche, en un refugio o en una carpa. Pero lo interesante es que no las cuentan como fantásticas, sino como reales.
¿Cuáles son tus autores preferidos?
Saramago. Borges. Kafka. Poe. Cortázar. Calvino. Tantos otros. No necesariamente en ese orden.
 ¿Qué autores recomendás leer a tus lectores?
Saramago. Borges. Kafka. Poe. Cortázar. Calvino. Tantos otros. No necesariamente en ese orden.
 ¿Qué libro famoso te hubiera gustado escribir?
No fantaseo con haber sido la autora de ningún libro que me haya enamorado. Lo que a mí me fascina es entablar una charla mental con el autor de ese libro, o con los personajes. Y sería aburridísimo si fuera un monólogo conmigo misma. Así que ninguno: soy feliz por ser la lectora.
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Entrevista en Casa de Letras (2013)
En el blog de mi querida Casa de Letras apareció, la semana pasada, esta entrevista sobre la lectora. Éste es el link original. Gracias, gracias :-)

LA LECTORA EN LA CIUDAD

Por Sebastián Robles
Mucho se habló de los blogs como soporte de sueños, intereses y aspiraciones personales. Sin embargo, con algunas excepciones, se dijo más bien poco acerca del rol que tuvieron en la formación de la generación de escritores que hoy ronda los treinta años. Lo cierto es que, si bien en los últimos tiempos parecen haber sido desplazados por redes sociales como Facebook o Twitter, los blogs todavía están ahí y en algunos casos gozan de muy buena salud, como un testimonio felizmente anárquico de creatividad al margen de cualquier filtro editorial.
La lectora en la ciudad” es un personaje, y es también el nombre del blog que viene llevando adelante, desde hace algunos años, la escritora y poeta Anahí Flores, egresada del programa de formación en escritura narrativa de Casa de Letras. Lo que empezó como un proyecto personal, terminó sumando también a otras personas: fotógrafos, ilustradores, lectores del blog que enviaban sus propias fotos leyendo, o sus propias experiencias de lecturas registradas en textos. Otros tomaban a la lectora como personaje y hacían micro cuentos con ella.
Conversamos con Anahí acerca de “La lectora en la ciudad”.
¿Cómo surge la idea de hacer el blog?
Fue una forma de darle un espacio propio a la lectora, personaje que, cuando nació el blog, ya tenía un año.
Borges dijo que él no sabía si había sido un buen escritor, pero sí un buen lector. Qué pena no poder decirle a Borges que esa frase resultó uno de los principales disparadores de la lectora. Un poco fue esa frase y otro poco la auto-observación: hice una lista de lugares para leer, por ejemplo el medio de la Avda. Nueve de Julio (no se me ocurrió de ingeniosa, sino porque ya me había encontrado a mí misma en el medio de la avenida y con un libro abierto, los autos pasándome a ambos lados).
Quería que la voz del narrador estuviera definida desde el inicio, para que se mantuviera en todos los episodios o posts. Hay un poema de Andrés Neuman que se llama Mujer leyendo, en el cual él describe una escena donde aparece una lectora y lo que a él le pasa cuando la mira. Tal vez al leerlo supe que quería que ella no hablara: a la lectora la dejaríamos haciendo lo suyo, que es leer. La lectora sería observada y con eso, pobre, la condené a ser callada.
Tener una estructura (microrrelato en tercera persona con foto producida, por lo general, después del texto) y un personaje más o menos definido es una gran ayuda y una condena. Ayuda porque a partir de entonces hay un molde y lo único que queda es rellenarlo. Condena porque el personaje mismo exige que uno no lo deje de lado. O, más bien, uno lo ve ahí al personaje y quiere mantenerlo vivo.
¿Cuánto hay del personaje de la lectora en Anahí Flores?
Todo.
Sos autora de tres libros (cuentos, poesías y limericks), además de varias publicaciones acerca de filosofía del Yôga. En el blog se menciona que estás corrigiendo una nouvelle, “Láctea”. ¿En qué medida creés que influye (o no) la experiencia del blog sobre tu escritura?
En la escritura no creo que influya. Los textos de la lectora los revisamos Diana Raschelli de Ferraris (mi mamá) y yo como si se trataran de microrrelatos para un libro. Con esto quiero decir que no por ser material para blog es escritura a las apuradas o sin corrección.
¿Podés contarnos alguna anécdota que te haya resultado curiosa o interesante en estos cuatro años de blog?
El último mes de embarazo y los tres primeros meses de la vida de Sofi me tomé “licencia por maternidad” del blog. Muchos amigos (Hugo Correa Luna, Gabi Luzzi, María José Eyras, Julio Flores –mi papá– y Lilly Burgwardt, entre otros) mandaron textos y/o fotos para que el blog no parara. Dejé programada una entrada por semana. El martes que tuvimos el larguísimo trabajo de parto –casualidad o no– estaba programado el post de Darío Kullock La lectora en el vientre. ¡Fue una forma de despedirnos de la panza, justo el último día!
Hay muchas más anécdotas. Amistades que nacieron a través del blog. Un libro de limericks que tiene a la lectora como protagonista, escrito por Ricardo Bada, publicado por CakiBooks. Una exposición de arte donde se incluyeron dos cuadros inspirados en la lectora. Me gusta cuando toman prestada a la lectora para otras obras.
¿Qué otros blogs te gusta leer?
En los últimos tiempos, como estoy muy metida con la lectura de libros que luego comento para El almacén de librosCatamarcaPress y la revista Limonada, tengo los blogs un poco olvidados. Además, porque mi gran proveedor de recomendaciones interesantes era la revista Oblogo, que ya hace un tiempo que no sale. Pero, al menos una vez por mes, paso a leer los delirios de Darío Kullock en El nido prestado y las Microrréplicas de Andrés Neuman.
 ¿Qué estás escribiendo en la actualidad?
Terminé hace poco la revisión de un poemario. Son casi veinte poemas sobre el momento en que un bebé al fin se duerme y todo lo que eso genera. El primer verso es idéntico en todos los poemas: “Se durmió…”
Y estoy escribiendo una nouvelle, o tal vez un cuento largo, aún no sé. Puede ser que se llame Gárgola.

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Entrevista en CatamarcaPress (2011)

Limericks, esa extraña palabra

(link a la entrada original en la revista digital catamarqueña, aquí)

Cuando la joven escritora Anahí Flores nos habló de sus Limericks -esa extraña palabra- nos contagió el deseo de saber más del género y de su propìa obra. Y así fue que charlamos con ella sobre Limericks Cariocas, su última producción literaria.
Autora de varios libros y participante en varias antologías Anahí Flores transita desde hace largo tiempo, a pesar de su corta edad, el camino de las letras. Yoga, poesía, narrativa son algunos de los rubros de sus publicaciones como de sus libros aún inéditos.
La conocimos en 2010, cuando obtuvo Mención de Honor en el Concurso Aniversario de nuestra revista en el rubro Poesía.
Su última producción Limericks Carioca nos ha llevado a charlar con ella, sobre todo sorprendidos de esa extraña palabra… Limericks.
Los LImericks, son poemas cortos, generalmente humorísticos con una estructura específica. El género Limericks comenzó en Irlanda y sigue una forma estándar de cinco líneas y de un esquema de la rima en el orden de aabba.
Anahí Flores se prestó no sólo gustosa, sino muy alegre, a nuestra entrevista, desbordando en su espíritu un contagioso buen humor que no le impide hablar con seriedad.
CatamarcaPress: Ante todo contános un poco de vos, de tu actividad literaria, de tus actividades en general.
Anahí Flores: Empecé a escribir de niña, muchos diarios íntimos (inspirada en Ana Frank), poemas, algunos cuentos, pero todo bastante en el aire y sin intención de mostrárselo a nadie. A los catorce, gracias a un amigo con quien intercambiábamos escritos, me lancé a enviar poemas y cuentos a concursos y, para mi sorpresa, en algunos saqué algún que otro premio. Seguí escribiendo toda la adolescencia, di algunos talleres literarios para niños en la biblioteca popular de Villalonga (al sur de la provincia de Buenos Aires) y hacia los diecinueve empecé a practicar Yôga... el tema con el Yôga al inicio fue raro: estaba tan fascinada con esta práctica milenaria que ser creativa no parecía tener más sentido. Pero pasados dos o tres años ese aspecto se acomodó y volví a escribir aunque desde un lugar diferente. A partir del año 2003 y hasta el 2010, publiqué cinco libros sobre esta filosofía de vida; algunos fueron editados incluso en versión español y portugués. Esta etapa fue muy agradable, los libros se vendieron (y algunos se siguen vendiendo) en varios países de América y Europa, lo que es bárbaro en el sentido de llegar a muchos lectores.
Sin embargo, los últimos años algo volvió a cambiar y retorné a la ficción, donde me siento más en casa. En este momento escribo semanalmente en mi blog La lectora en la ciudad (www.lalectoraenlaciudad.com), tengo una columna en la revista digital Los martes miento (www.losmartesmiento.com) y hago reseñas de libros para la revista  Esencia Patagonia  (www.esenciapatagonia.com). Además, el año pasado egresé de la carrera de escritura creativa en Casa de Letras (www.casadeletras.com.ar), escuela que recomiendo para quien aspira a ser escritor.
CP: ¿Éste es tu primer libro  individual  de poesías?
AF: Sí, hasta ahora poemas sólo había publicado en antologías, revistas literarias, sites literarios, blogs... 
CP: ¿Desde cuándo escribís limericks?
AF: Descubrí los limericks en la adolescencia, aunque después se ve que me olvidé, porque hasta hace poco creía que los había descubierto recién en el 2008. Me di cuenta de que los conocía desde antes por anotaciones en algunos cuadernos viejos que reencontré este año. Pero sólo me apasioné por el género, eso sí, en el 2008. Fue gracias a un libro de Gianni Rodari (Gramática de la fantasía) y luego gracias a la querida María Elena Walsh, que tiene muchísimos limericks escritos originalmente en español. El detalle de que no sean traducciones es importante: en las traducciones de poesía por lo general se pierde mucho, pero en el caso de los limericks, donde lo que importa es el sonido y la rima de cada palabra más que el significado, las traducciones tienen otro tipo de complejidad: el traductor precisa, a veces, reescribir el limerick entero, cambiando la historia para preservar la rima, y ahí se pierde demasiado del texto original. 
CP: ¿Es tu vida como un limerick, digo, divertida, concentrada?
AF: Bueno, los limericks son hiper breves y espero que mi vida sea un poco más larga que cinco versos, jajaja.
Pero ahora tratando de responder a tu pregunta, el limerick es un género sin sentido (forma parte de la non sense poetry que tanto escribieron Edward Lear y Lewis Carroll) y tal vez mi vida también tenga varios elementos sin sentido... ¡lo que la hace más liviana, menos pretenciosa o solemne!
CP: ¿Qué sentís al escribir limericks respecto de otros estilos? ¿Te divierte escribir limerikcs, te reís al hacerlo?
AF: Los limericks son un juego y, como todo juego, divierte. Otros estilos despiertan otras partes de uno, tal vez menos lúdicas. En mi caso, empecé a escribir limericks como forma de autoconocimiento: venía de escribir varios libros teóricos y un poco serios de más y quería (casi que precisaba) hacer aflorar mi lado divertido. Sin embargo, no podría escribir sólo limericks. Por ejemplo en unos meses se publicará un poemario que se llama Catalinas Sur, por la editorial Eloísa Cartonera (http://www.eloisacartonera.com.ar/), que es diferente a lo que venía escribiendo hasta ahora (son poemas narrativos y medio fantásticos que relatan situaciones breves). Me gusta cuando lo que uno escribe no siempre tiene el mismo color de lo que uno ya escribió.
CP: ¿El usar el humor, no será una evasión de la realidad cotidiana?
AF: Ni idea...
CP: ¿O acaso en esos poemas de imagen jocosa se leen entrelíneas testimonios de la realidad, muchas veces dolorosa?
AF: No estoy muy a favor de ver la realidad como algo doloroso. Algunas cosas de la vida son molestas, claro, pero la gran mayoría son tan agradables que... la balanza va hacia el lado feliz. En las entrelíneas de la mayoría de estos mini poemas hay sólo imaginación, rara vez escribo en un limerick algo que haya nacido de la realidad (aunque ahí podríamos entrar en otra charla: ¿qué es la realidad? si al fin y al cabo lo que pasa por la cabeza de uno, en este caso la creación de un poema absurdo, forma parte de la realidad propia. Pero no nos desviemos que puede dar para largo, jejeje).
Igual, comparto con vos un limerick que considero autobiográfico, así que se podría decir que en algunos, como en éste, incluyo un poquito de “realidad”. Forma parte del libro todavía inédito El sinsentido del cuerpo:
Dijeron que mi rostro está formado
por fragmentos de mis antepasados;
ojos, boca y orejas,
mejillas, frente y cejas.
Nada es mío. Estoy fotocopiado.
CP: ¿Qué tiene de particular este estilo?
AF: Es un género bastante antiguo, de origen británico. No hay mucha teoría escrita al respecto, entonces no quiero ponerme a inventar verdades sobre el género, pero puedo decirte que siempre tienen cinco versos, y de esos cinco versos riman entre sí el primero con el segundo y el quinto, y luego el tercero con el cuarto (AABBA). Generalmente, en la primera línea se presenta un personaje, en la segunda se dan características de ese personaje, en la tercera y cuarta hay una determinada situación y en la quinta, un desenlace. O sea: son casi un micro cuento. El desenlace no precisa tener sentido, la mayoría de las veces no lo tiene y es por eso que se habla del género “sin sentido”. Hay dos grandes corrientes: una más inocente e infantil, y otra casi pornográfica (en realidad podríamos sacar el “casi”), que surgió entre los borrachos en los bares ingleses e irlandeses. Se conocen limericks (aunque no llevaban este nombre) del siglo XIV, si bien fue hacia el 1800 que se volvieron más conocidos gracias a Edward Lear y su A book of non sense
CP: El libro se publicó en Brasil, ¿por qué?
AF: Porque Caki Books fue la primera editorial que se mostró sinceramente interesada en mis limericks (no en estos en particular, sino en otros libros, también de este género, que irán apareciendo durante el año próximo). El detalle de que estuviera en Rio de Janeiro no me importó, ya que Caki Books se maneja bastante con ventas por internet de libros impresos y digitales. Como detalle simbólico, me gusta que un libro que fue escrito en homenaje a laCidade maravilhosa, sea publicado exactamente en esa ciudad.
CP: ¿Qué expectativas tenés sobre la respuesta del público?
AF: No pensé en eso... y prefiero no tener expectativas en ese sentido.
CP: Y entonces.. ¿qué repercusión va teniendo el libro?
AF: Bueno, hicimos una primera distribución informal del libro un domingo a la mañana en la Lagoa Rodrigo de Freitas (en Rio). Fue divertido, la editora de Caki apareció con una pila de libros y se vendieron y firmaron varios ejemplares. Ya en Buenos Aires, lo presentamos en Casa de Letras y actualmente estoy haciendo distribución a quienes quieran un ejemplar a través de emails o de mi blog: www.lalectoraenlaciudad.com y, por supuesto, para quienes están en otros países a través del site de la editorial: www.cakibooks.com.br
Pero hay otro detalle que me tiene muy contenta, y es ver que mucha gente desconocía este género y, a partir de mi pequeño libro, está no sólo leyendo sino también escribiendo limericks. El mérito, por supuesto, no es del libro sino de lo tentador que es dejarse llevar por el mundo limerick.
CP: Sobre el final, nos gustaría que nos contaras -casi anecdóticamente- la historia de cómo escribiste este libro en particular.
AF: Este año, entre el segundo y tercer mes de mi primer embarazo, no conseguía concentrarme por mucho tiempo en nada: ni leía libros largos ni le veía la menor gracia a escribir cuentos (cosa que hasta marzo había hecho sin parar). Disfrutaba más durmiendo. Me tentaban las cosas cortas, podría habérseme dado por escribir haikus, por ejemplo. Pero tampoco, porque tenía la necesidad de que lo que escribiera, fuera lúdico. Coincidió con que Camila Cabete, de Caki Books (con quien estábamos preparando la edición de otros libros míos de limericks), me sugirió escribir un libro donde cada poema ocurriera en un barrio de Rio de Janeiro. Ni bien escuché la idea, me lancé a escribir. Fueron surgiendo de a uno por día más o menos. Luego vino la etapa de revisión con Diana Raschelli, Ricardo Bada y Miguel Sampedro, y mientras tanto estaba en la búsqueda de quien ilustrara el libro. Enseguida apareció Lucía Miranda, con quien ya habíamos hecho algunos trabajos en conjunto. En el cuarto y quinto mes de mi embarazo, Lucía se encargó de que cada limerick tuviera su dibujo. En el sexto mes, la editorial diagramó, hizo la tapa, esas cosas. Y en el séptimo mes ya estaban los primeros ejemplares. Ahora estamos empezando el noveno... El mes que viene te cuento cómo sigue…


Del libro Limericks Cariocas transcribimos uno de sus poemas que, como dijimos tienen su cuota humorística.

Jardín Botánico

Había un hombre en el Jardín Botánico

con fama de hechicero y de satánico:

a todos convidaba

con té de agua salada

que, dicen, trae efectos muy volcánicos.



Anahí Flores nos llenó el alma de sonrisas, de la alegría que se trasunta en sus poemas y deja una huella indeleble en sus obras literarias y en sus decires y eso no es poca cosa.
Los Limericks nos han abierto una nueva ventana no sólo para conocer el género más profundamente, sino -y sobre todo- para conocer un alma sensible que se expresa a través de esta escritora brillante.

Entrevista: Rodolfo Lobo Molas
Producción: CatamarcaPress (2011)

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